Aún no podía creerlo. No sabía cómo había reunido el valor, no se explicaba dónde había encontrado la determinación, ni siquiera si sería capaz de mantenerse a flote cuando llegasen los golpes, pero se lo había dicho: con serenidad, sin estridencias, con palabras amables, le había dicho que renunciaba del todo. Y aunque con Su primera reacción estuvo a punto de desdecirse y volver a postrarse a Sus pies, logró mantenerse firme.
La siguiente semana de silencio absoluto entre ellos le permitió reflexionar, y corroboró que, aunque más dolorosa que una crucifixión, su decisión era la más apropiada.