(… Continuación)
Ella ya no volvió a contestar. Podía imaginársela con el ceño fruncido, la mirada baja y lanzando maldiciones e improperios sin cesar,jurando y perjurando que hasta allí habían llegado, que se había acabado, que ya no quedaba nada más. Y tomando las decisiones que siempre tomaba hacia él: más frialdad, más distancia, más silencio. Se alejaría de nuevo un tiempo hasta que, tal vez por la insistencia de él o porque flaquearan Sus propias defensas, se dejaría llevar de nuevo y confiaría en que él hiciera lo que Ella esperaba que hiciera. O puede que no, porque como Ella nunca le había abierto su corazón hasta aquel punto, él tenía que limitarse a hacer suposiciones.
Lo único claro, tumbado en su cama a las tres de la madrugada y sin poder dormir, era que se avecinaban tiempos aún más duros para él, porque aunque aquella tarde había descubierto que Ella aún le seguía soñando, como decía la canción, también continuaba pensando que nunca estarían juntos, y lucharía contra Sus sentimientos con todas Sus fuerzas, alejándose lo máximo posible de él, sembrando todo el silencio que fuera capaz.
En el fondo, Ella tenía razón, y todo seguía igual: habían vuelto a la casilla de salida.