Y después de una semana tan intensa, en la que se había sentido abandonado, aniquilado, culpable y renacido, volvía a sentirse igual: ahora que Ella le tenía en cuenta de nuevo, quería escribirle a todas horas, necesitaba que Ella supiera cuánto le importaba, quería hacerla reír y compartir el día a día con Ella, quería que fueran Amigos.
Pero, una vez más, se veía en una encrucijada: ¿y si se pasaba de la raya?¿Y si, por ser pesado, terminaba molestándola? ¿Y si le escribía en un momento inoportuno, y la metía en problemas? ¿Y si se quedaba corto, y Ella pensaba que realmente era él quien quería mantener las distancias? ¿Y si, simplemente, Ella no deseaba tener aquel tipo de «relación»?
Como siempre, demasiados «¿y si…?» Como siempre, la maldita indecisión.