Miedo

Pues no: con un matrimonio al borde del naufragio, un futuro laboral incierto, un amor inmenso e incontenible rechazado y no correspondido, todas sus amistades y relaciones sociales desvaneciéndose como el humo y, en general, nueve meses de la soledad más absoluta por delante, no estaba enfadado. Lo que sentía era miedo, puro miedo de seguir cayendo sin que hubiera un fondo.