Llevaba días sin escribir una sola línea. Y no era por Ella, porque seguía pensándola, continuamente. Era porque había bloqueado tan eficientemente su corazón, había puesto un cansado tan grande a sus sentimientos, que realmente habían dejado de interferir casi por completo en sus largas jornadas de trabajo y estudio.
Sentirse como un autómata era el precio que tenía que pagar por terminar de una vez con la inestabilidad laboral.