Tumbado en la cama, ardiendo de fiebre, todavía dudaba de si pulsar el botón de cancelar la clase del gimnasio. No es que se muriera de ganas de entrenar, sino que cuando llegara se cruzaría con Ella, y posiblemente dos minutos con Ella le curaría más que todas las medicinas del mundo juntas.
Sería maravilloso que alguien recetara pasar tiempo con la persona a quien se ama.