Verla a Ella tan mal, tan abrumada por lo que fuera que le pasase, le dejó tan impresionado e impotente que apenas pudo pegar ojo aquella noche. Dio vueltas y más vueltas, soñó con Ella una y otra vez, siempre inquieto, siempre incómodo, siempre ansioso. Porque lo que de verdad le destrozaba no era ya sólo verla sufriendo, sino que no tuviera ni idea de Sus motivos, y aún peor, que no le viera a él como un apoyo en el que descansar o sostenerse. Durante mucho tiempo habría dado cualquier cosa por saber qué papel jugaba él en Su vida, ahora se daba cuenta de que quizá ni siquiera hubiera un papel para él. Y semejante bofetón de realidad iba a ser costoso de digerir.De todas formas, y aunque empezase a vislumbrar que no habría epílogos tras el punto y final, no podía negar que nunca dejaría de preocuparse por Ella, que su Felicidad siempre estaría por encima de amores y desamores, de sentimientos y de añoranzas, de penurias y de brillantes armaduras. Su Felicidad bien valdría un ultimo ofrecimiento de una mano tendida, de un hombro firme; porque era su conciencia y no su corazón quien lo ordenaba, y a su conciencia le daba igual que Ella aceptara su ayuda o la rechazara una vez más. Aquella misma conciencia que probablemente le había privado de Ella cuando tuvo la ocasión. La misma conciencia que le exigía ser una buena persona, incluso a costa de su propia vida, incluso a costa de perderla a Ella del todo.
Así que, probablemente por última vez en mucho tiempo, tomó el móvil y se dispuso a escribirle.
De todas formas, y aunque empezase a vislumbrar que no habría epílogos tras el punto y final, no podía negar que nunca dejaría de preocuparse por Ella, que su Felicidad siempre estaría por encima de amores y desamores, de sentimientos y de añoranzas, de penurias y de brillantes armaduras. Su Felicidad bien valdría un ultimo ofrecimiento de una mano tendida, de un hombro firme; porque era su conciencia y no su corazón quien lo ordenaba, y a su conciencia le daba igual que Ella aceptara su ayuda o la rechazara una vez más. Aquella misma conciencia que probablemente le había privado de Ella cuando tuvo la ocasión. La misma conciencia que le exigía ser una buena persona, incluso a costa de su propia vida, incluso a costa de perderla a Ella del todo.
Así que, probablemente por última vez en mucho tiempo, tomó el móvil y se dispuso a escribirle.