Cuando descubrió otra de aquellas canciones que parecían escritas por y para ellos dos, y consiguió reprimir las ansias de enviársela, se detuvo a pensar en que quizá debería haberle escrito para «despedirse», para que Ella estuviera al tanto de su Decisión. Pero después de meditarlo con un poco de objetividad, se dio cuenta de que no merecía la pena: los cambios que había planeado apenas si se iban a notar en su relación en el mundo real, en el que se seguirían viendo de vez en cuando, y actuarían con la normalidad propia de los amigos que se suponía que eran.
Donde residía el grueso de su «problema», donde se iban a resquebrajar cimientos y producirse fracturas, era en lo más profundo de su corazón.