Y, de repente, se la encontró allí. No sabía que Ella estaría, había dado por hecho que seguía fuera, y le pilló por sorpresa totalmente. Vale, admitía que, como siempre que ocurría aquella situación, le costaba mucho reaccionar y mostrar normalidad. Pero es que aquel día el reencuentro no fue frío, fue glacial, y contra eso él no tenía defensa. Aparte del convencimiento de que la pequeña costumbre de avisarse para ir juntos a clase parecía haber pasado también a la historia, si no partía de él.
Así que lo debía haber sido un motivo de una mínima alegría se acabó convirtiendo en otra noche de demonios campando a sus anchas.
No podía seguir así, estaba claro.