Se le atragantaba aquel día. En general, le pasaba con todas las fiestas, pero el 24 de diciembre se sentía especialmente triste y solo. Porque no conseguia reencauzar su vida y empezar a sentirse feliz de una vez, por más que lo intentaba.
Daba igual lo buena persona que fuera, lo lleno de amor que estuviera, lo dispuesto a agradar y a ayudar y a consolorar y a acompañar y a querer, daba igual. Seguía solo.
Mierda de Navidad.