Habían enterrado el hacha de guerra, y estaba bien. A su estilo, Ella se había esforzado, y él tenía que reconocerlo y aceptarlo. Se había arriesgado a decirle una mínima parte de lo que había necesitado en aquellos dos meses, y Ella se dio por enterada. Y estaba bien, porque volvieron a mirarse como siempre, Ella volvió a buscar su cercanía, y se abrazaron fuerte al despedirse.
Pero la realidad es que él necesitaba algo más, y por más atrapado que se sintiera en Sus ojos, allí no lo iba a encontrar. Así que, por mucho que le doliera admitirlo, su camino y su búsqueda estaban en otro lado. Ese mismo «otro lado» que él había abandonado aquella noche por estar cerca de Ella.