Mientras se arreglaba para ir a una comida con antiguos compañeros que llevaba mucho tiempo esperando, pensaba que una pequeña e ingenua parte de él aún creía en aquellas casualidades cósmicas de las películas románticas que harían que ellos se encontraran cuando menos lo esperasen, y después de unas copas y unas risas y unos bailes, todo se arreglaría y volverían a quererse y a desearse como siempre habían hecho.
Lo que le entristecía de todo aquello no era la fantasía, sino que aquella parte de él era cada vez más pequeña y menos ingenua.