A medida que iban pasando las horas y las jornadas, el enfado y la frustración empezaban a dejar paso, como siempre, a la tristeza y la resignación. También como siempre, Ella tendría otras cosas más importantes o más urgentes que atender que una llamada para arreglar las cosas con él.
Pero su tristeza y su resignación no venían de no ser importante para Ella, eso ya lo tenía asumido hacía tiempo; se sentía triste y resignado por no ser capaz de dejar de amar a alguien tan maravillosa y dañina al mismo tiempo, tan fuerte y tan rota, tan pasional y tan incapaz de gestionar sus sentimientos.
Aquella era su condena, amar eternamente a la Reina del Caos.