Demoledoras

Había canciones que seguían siendo demoledoras. Canciones que arañaban, que dolían, que lograban colarse una y otra vez en medio del algoritmo aleatorio, canciones que sorteaban todos los obstáculos que él mismo les ponía y que sonaban cuando menos lo esperaba.

Aquellas canciones arrasaban con todo a su paso y le borraban la sonrisa, le hacían torcer en gesto, le distraían de lo que estuviera haciendo. Porque aquellas canciones, más allá de versos o melodías, eran días, eran momentos, eran miradas, eran besos. Aquellas camciones no eran deseos ni anhelos, sino que eran recuerdos, concretos y vívidos, de todo aquello que un día tuvo y perdió.

Y nada peor en el mundo que tener que recordar lo que más se deseaba sabiendo que nunca volvería a ser.