Se preparaba para salir otro sábado noche, y tenía las mismas pocas ganas y el mismo poco aliciente que en las semanas anteriores. Iba a ir a los mismos bares medio vacíos, iba a ver a la misma gente medio borracha, se iba a gastar una fortuna para nada y se volvería a casa cansado, aburrido y sintiéndose como el hombre invisible una vez más.
Seguramente otra noche desperdiciada y sin aliciente, porque el aliciente que siempre tuvo ya no estaba, había quedado atrás.