Volvía solo a su casa una vez más después de muchas horas de alternar por segunda noche consecutiva, y de nuevo se sentía como si caminase con unos zapatos de acero. Pero aquella noche había reído, había charlado, había bailado, incluso había flirteando, y de haber tenido un escudero en condiciones, quién sabe lo que había logrado.
Así que, con un atisbo de sonrisa en los labios, decidió ahorrarse el bourbon para minimizar la resaca y ganar horas de sueño, porque aunque su vida continuara discurriendo muy cuesta arriba, antes o después acabaría encontrando pequeños descansos en el camino.