Después de mucho reflexionar, había sacado sus conclusiones: se acabaron las canciones, se acabó el guardar memes y reels, se acabaron las «coincidencias» con las películas y series, se acabaron los algoritmos y el karma, se acabó el puto hilo rojo. Y, sobre todo, se acabó el escribir sobre Ella.
Porque se había convencido de que, al final, él estaba antes que nadie, y que su atención y su afecto eran lo suficientemente valiosos como para no andar regalándolos a nadie, ni siquiera a Ella. Quien los quisiera, se los tendría que ganar.
Decidió que si la «amistad sincera» que Ella le ofrecía consistía en el silencio, la distancia y el contacto cero de siempre, eso es lo que iban a tener; había deducido que él se había convertido en un problema incómodo para Ella, que realmente aquellos mensajes horribles sí eran para él y no fruto de un error, que Ella no había sabido o querido explicar o arreglar aquella situación más que dando un portazo como siempre, y que él ya no podía seguir pasando sus días conformándose con las migajas que cayeran de Su mesa.
Se iba a concentrar en encontrar a alguien a que le buscase a él, que le escribiera, que quisiera verle y pasar tiempo con él, que le tocara y le acariciase, que le regalaste sus besos. Pero, sobre todo, iba a encontrar a alguien que le demostrase todas aquellas cosas, para dejar de romperse la cabeza imaginando si hay «esto, lo otro o lo de más allá».
Porque, aunque estaba seguro de que Ella le quería, el espacio en Su vida que le dedicaba no era lo que él necesitaba, y ya no podía seguir esperando milagros ni amores románticos de pelis de Disney. Él necesitaba besos y abrazos, mensajes de » tengo ganas de verte, cuándo quedamos», miradas eternas que terminasen en un «ven y bésame, tonto», veladas que acabaran en una cama crujiendo y amenazando con romperse. Y nada de aquello lo iba a encontrar en Ella.
Así que esta vez sí, se acabó. Se sentía preparado y las fuerzas necesarias para enfrentarse al enorme enorme hueco que Ella iba a dejar en su vida, y confiaba en que Ella supiera hacer lo mismo con el suyo, porque ya no iba a esperarla más.
Solo le faltaba por decidir qué hacer con su Refugio , porque lo tenía tan unido a aquella historia que quizá sería mejor abandonarlo. Pero, por otro lado, podría serle útil como demostración personal de que había comenzado realmente una nueva vida. Así que no tenía claro si seguría escribiendo o no, lo único seguro era que, después de aquella noche, sobre Ella ya no iba a hacerlo más.