Una vez dispuestos el bourbon y los auriculares, se le ocurrió revisar lo que había escrito en su Refugio en aquella misma fecha (o la más próxima posible) a lo largo de los años, y lo que encontró fue una larga sucesión de idas y venidas, de intentos y de amagos, de «quiero y no puedo», de despedidas y finales que nunca se habían llegado a realizar.
Lo único que le quedó claro es que los dos habían sido unos completos cobardes: primero, por no haberse atrevido a romper con todo para estar juntos cuando no habían logrado desengancharse el uno del otro durante décadas; y segundo, por no haber sido capaces de romper del todo el uno con el otro si les faltaba el valor para estar juntos.
Lo gracioso era que aún estaban a tiempo tanto para lo primero como, más probablemente, para lo segundo.