Después de una cena con familiares y amigos, fue a tomar una copa a uno de los bares que llevaba años frecuentando. Y, al subir por las escaleras camino del baño, recordó cómo unos años atrás, en aquel punto exacto, Ella le había arrojado contra la pared y le había besado, dejándole atónito y loco de deseo y pasión.
Esperó hasta llegar a casa para buscar en los registros de su Refugio y encontrar la fecha exacta de aquel «incidente», pero no lo logró: encontrar una entrada exacta entre más de mil doscientas era casi igual de difícil que encontrar la llave de Su corazón. Aún así, el recuerdo permanecía indeleble, pese a todos los años, los avatares, los silencios transcurridos desde entonces. Porque solo Ella era capaz de lo más inesperado e inaudito, como un beso en el descansillo de las escaleras de un bar abarrotado, y seguir como si nada hubiera pasado.
Solo Ella.