Había terminado su examen, por fin empezaban sus vacaciones y llegaba la relajación, y con la relajación se esfumaron los bloqueos y cayeron sus defensas. Consiguió resistir la tentación de bourbon y música y se fue temprano a la cama, pero no pudo evitar soñar con Ella en su primera noche de «libertad».
La sensación al despertar era, como siempre, agridulce: el gozo de pasar tiempo con Ella, aunque fuera en sueños, se veía cruelmente aplastado por la realidad en que no tenían casi ningún contacto, y menos aún ahora que empezaba el verano.
Así que se levantó resignado con la nueva tarea de asumir que tenía que olvidarla, mientras planificaba un día de tareas domésticas, piscina y entrenamiento especial con amigos, y ponía su mente y su ilusión en la gran fiesta del siguiente sábado. Fiesta a la que Ella no asistiría, pero en la que estaría presente en todo momento. Al menos, en su cabeza.