El puto hilo rojo

Seguía tan furioso, tan enrabietado, que pese a tener que ir a trabajar al día siguiente se levantó de la cama y se salió al balcón con un bourbon doble en la mano. No era capaz de sacarse de la cabeza la canción que Ella había posteado, no podía dejar de preguntarse por qué, si Ella se sentía tan desdichada, si tanta necesidad tenía de amar, no recurría a él. Sí, estaba todo el rollo de la conciencia, del peligro, de la honestidad y bla bla bla. Pero la realidad era que, en los meses que estuvieron juntos, habían alcanzado a vislumbrar algo parecido a la felicidad. Y no era por acostarse o no, era porque llevaban dos décadas de conexión sin que ninguno de los dos lograse romperla. Algo tenía que significar…

Miró el reloj, miró el culo de la botella de bourbon que quedaba, y decidió que el puto hilo rojo estaba demasiado enredado en su frustración y su impotencia aquella noche, y que si no lo remojaba un poco más no le dejaría pegar ojo antes del amanecer.