Aprovechaba la más mínima oportunidad para dejar la mente en blanco, para no pensar, para dejar que los días se fuesen quemando uno a uno hasta que llegase el verano y fuera momento de tomar decisiones «de las de verdad». Por eso no había escrito sobre todo lo que pasó con Ella el sábado anterior, ni sobre la pelea a puñetazos en plena calle, ni sobre sus dolencias físicas, ni sobre el desastre de oposiciones que se avecinaba, ni sobre el asfixiante y horroroso clima que vivía en su centro de trabajo, ni sobre el insomnio crónico que padecía, ni sobre la tristeza absoluta y apatía que le aplastaban, ni sobre nada. Sólo no pensar, solo quemar días.
Pero de repente, en los ratillos en que se relajaba y bajaba la guardia siempre había algo dispuesto a colarse y retorcerle la entrañas, y aquel día fue un «reel» de aquellos que el maldito algoritmo le lanzaba a bocajarro constantemente, y fue uno de los que le hizo daño porque se lo podía haber escrito él a Ella con todas y cada una de las letras, porque cada palabra de aquella porquería de reel era una puñalada de realidad. Así que, pese a los días de resistencia, se colocó los auriculares, se abrió una cerveza y se puso a transcribirlo en su Refugio, porque justo en un día en que ellos dos habían celebrado su 40 cumpleaños juntos varios años atrás, aquella birria de reel tenía más sentido que nunca:
«quiero dejar de amarte, como tú has hecho conmigo.
cada día trato de no echarte de menos, de dejarte ir.
pero, al final, de una manera u otra, a veces, por un mínimo detalle, sigues estando en mi mente.
quiero olvidarte, como tú has hecho conmigo,
pero, en el fondo, estoy esperando que vuelvas.»
Ni siquiera estaba bien escrito, y no tenía ni idea del autor, pero estaba seguro que quien hubiera plasmado en papel aquellas letras, había sido capaz de escudriñar en lo más profundo de su alma. Porque quizá Ella no hubiera dejado de amarle o le hubiera olvidado como él sospechaba, pero sí que lo empujaba continuamente a las afueras de Su vida.
Así que después de escribirlo, apurar la cerveza y sujetarse las lágrimas como pudo, apretó los dientes y encendió la radio para intentar mitigar la rabia que sentía: rabia no por el poema, sino porque una vez más sabía que le iba a faltar el valor para enviárselo a Ella, igual que con las decenas de reels que ya había guardado antes.
Mierda de reel