No había querido escribir sobre ello, ni casi pensar, por miedo a gafarlo con su habitual mala estrella, pero después de una semana, un café y dos cervezas, empezaba a vislumbrar que un tenue destello llegado de donde menos se esperaba comenzaba a alumbrar en su dirección.
Probablemente quedaría en nada como otras veces, pero lo que le importaba de verdad era que tenía otra vez el móvil lleno de palabras, la cabeza llena de nuevas canciones y la boca llena de sonrisas.