Lo «bueno» de que su vida se estuviera desmorando, incluso el único pilar firme que le quedaba que era su familia, era que al menos ya no pensaba en Ella.
Al menos no tanto.
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Más de lo mismo
Lo sabía, lo había intuido desde el primer abrazo de felicitación por el Nuevo Año: primero habían sido las miradas insistentes, luego la proximidad y el contacto físico a media que iban pasando las horas, hasta que a Ella le confesó, tras muchas reticencias, que le echaba de menos. Él, con su torpeza habitual y envalentonado por el alcohol, trató de contale su propósito de alejarse definitivamente y del todo, pero lo hizo rápido y mal, y Ella huyó del tema al instante. Entristecido y arrepentido, pensó en todo lo que le podía haber dicho en aquel momento de apertura (o de flaqueza) que Ella había tenido y que él tanto había deseado. Y aún así, mantenía el pálpito de que algo continuaba rondando por Su cabeza.
La certificación llegó al día siguiente: justo salía de la ducha cuando vislumbró con una sonrisa en su reloj la notificación de que Ella le había escrito: no tardó más de un par de minutos en secarse, pero al coger el móvil Su mensaje hacía desaparecido. Creyó que quizá se había equivocado, pero Su «chat» estaba el primero de la lista, por delante de los que había escrito con otras personas aquella misma mañana, lo que confirmaba que Ella le había escrito, y lo había borrado un instante después. Con lo que él odiaba que Ella hiciera aquello…
Se debatió entre ignorarlo o tirarle de la lengua y, escogiendo muy bien las palabras, optó por lo segundo. Su única respuesta fue un emoji como de «pillada» un par de horas después. Él hizo un par de intentos poco convencidos por si se decidía a hablar, a lo que Ella contestó que ya se lo contraría otro día. O nunca, que era lo que realmente significaban aquellas palabras.
Así que sí, lo había intuido y había acertado, Ella también le añoraba, incluso puede que dudase. Pero no iba a pasar de ahí. Así que, tristemente, también había acertado en su propósito para el año nuevo, debía mantenerse firme en la decisión de alejarse de Ella del todo. En vista de lo que había pasado puede que esperase hasta el último fin de semana de las vacaciones, por si por alguna carambola cósmica Ella decidía hablar o escribir, pero la decisión seguía siendo firme.
Porque comenzar un nuevo año con la certeza de que iba a ser otro año duro ya era malo; pero comenzarlo triste y dertotado desde el primer día, era ya insoportable. Era, simplemente, más de lo mismo.