Primer propósito

La perspectiva para aquel día era, como poco, desalentadora: era domingo, último día de vacaciones, tenía resaca, y después de pasar toda la tarde anterior con Ella, ya se había convencido de que, aunque Ella le seguía deseando tanto como lo hacía él (no le quedaba ninguna duda), no iba a dar ningún paso que la acercase nunca más a sus brazos, a su casa y a su cama.

Y lo peor de todo, en aquel domingo de mierda continuaba incumpliendo su primer propósito de año nuevo: no escribir más sobre Ella.

Nada fácil

Aguantó el tipo como pudo después de toda una tarde y una noche de estar cerca de Ella, de que se hubiera cumplido todo lo que pensaba, de que hubieran tenido sus pequeños momentos a solas en los que le confesó que también le añoraba, que también Ella recordaba lo vivido un año antes.

Aguantó el tipo hasta que llegó a casa, hasta que se sentó en la cama para descalzarse y se le vino el mundo encima, y las canciones le golpearon como mazas, y un maremoto de lágrimas le dejó desamparado e indefenso como hacía meses que no se sentía. Entonces sacó los restos de la botella de bourbon, y se le escapó todo de las manos.

Porque podría tener muy claro que aquel nuevo año tenía que ser el primero sin Ella después de dos décadas, pero había que hacerlo de verdad, incluso cuando Ella lo intuía y «le animaba» a cumplirlo. Había que sobreponerse a las canciones, al bourbon y al mar de lágrimas, y no iba a ser fácil. Nada fácil.