Justo cuando se disponía a salir para el gimnasio, sujetó la manilla de la puerta y reparó en que, exactamente un año atrás y casi a la misma hora, sujetaba esa misma manilla para abrirle a Ella. Fue el primero de tres días consecutivos en que se desvistieron de ropas, de prejuicios y de obligaciones, y pudieron sentirse deseados, amados, libres y felices por una vez.
Un año después, de todo aquello solo quedaban recuerdos y la vana e ingenua esperanza de un mensaje que dijera «quiero verte», y otro que respondiera «say when».