Aquella semana se le estaba haciendo más dura de lo habitual, los recuerdos de justamente un año atrás habían asediado su razón hasta lograr rendirla, y se había zambullido de cabeza en releer las conversaciones, reescuchar las canciones y revivir los momentos, a la espera de que llegase el 28D, la fecha en que se entregaron el uno al otro por primera vez, la fecha en que supo por fin lo que era la auténtica felicidad.
Pero entre medias del atracón de añoranza y melancolía, se dio cuenta de que, por muy aferrado que estuviera a sus recuerdos, por mucho que Ella siguiera dando signos de tener sentimientos por él, no entra sentido continuar removiendo aniversarios: Ella había tomado sus decisiones y no le incluían a él ni como pareja, ni como amante y casi ni como amigo, y él tenía que continuar. No podía empeñar otro año en esperar más milagros, el balón estaba en Su tejado, si es que Ella decidía que el partido casi eterno entre ellos no recibirse el pitido final.