Una vez más, estaba a punto de salir para ir a Su encuentro. Y como siempre, tenía aquella sensación agridulce de poder pasar tiempo con Ella, de que le mirase como solo Ella sabía hacer, de que en algún momento sus pieles y sus cuerpos entrasen en contacto y él se deshiciese por dentro; pero también tendría que disimular, mantener las distancias y fingir.
Y aunque sabía que la sensación agridulce se tornaría en solo agria cuando se separasen y volviese solo a casa, sin haber podido gozar de sus labios o sin un «say when», su adicción a la parte dulce hacia imposible resistir. Ya se odiaría por ello al día siguiente.