Chiste

Parecía un chiste: si después de casi dos semanas se había decidido por fin a volver a escribir sobre Ella, solo le faltaba que justo después de apurar el último trago de bourbon, echar la última ojeada a la ciudad ya dormida y ponerse en pie para irse a la cama a lidiar con sus demonios, la última canción que sonase en sus oídos tuviera que ser justo la que Ella le mandó poniendo en marcha todo casi once meses atrás, aquella canción que hablaba de portales, de domingos y de tantas cosas por decir. Más de quince horas y media de canciones en aquella lista, y tenía que sonar justo aquella canción en el último momento…

Puto algoritmo, puto karma, puta vida.

Besar el suelo

Llevaba muchos días sin escribir, y no era porque no pensara en Ella, que lo hacía. Era porque se había convencido de una vez por todas de que su historia con Ella se había acabado, y que no tenía sentido continuar dándole vueltas. Por eso, había seguido Su ejemplo y se había encerrado en su propio caparazón, esforzándose por dejar fuera todo lo que pudiera hacerle volver a añorarla: canciones, memes, reels, películas, libros, lugares, recuerdos… Todo, incluso su Refugio, que se había terminado convirtiendo en un diario sobre Ella más que en un descanso para él. Y seguir escribiendo sobre lo poco (o nada) que sabía de Ella, los escuetos mensajes que se habían cruzado en las últimas semanas o que las luces de Navidad del vecino no habían vuelto a encenderse no contribuía sino a hacerle más daño en vez de aliviarle.

Pero al día siguiente iban a comer juntos, iban a dedicarse al «mendingueo» como tantas veces, y en cuanto el alcohol empezase a hacer su trabajo sabía que volverían las miradas, los momentos, los roces y las ansias. Y no sabía si estaba preparado para aquello, para no volver a caer en el juego, para no responder a cada gesto de Ella, a no desearla con todas sus fuerzas, a no volver a intentar convencerla de que juntos serían invencibles.

Así que, después de muchos días, se armó de auriculares y bourbon, desafió al frío de la madrugada otoñal y se salió a su querido balcón, a buscar las palabras con que expresar el miedo que le daba verla de nuevo y, como decía la vieja canción, besar el suelo otra vez.