Se iba a la cama después de media botella de bourbon con una sensación de tristeza como nunca había sentido antes: no era la tristeza romántica de cuando iban a quedar y el plan se frustraba; tampoco era la tristeza desgarrada de cuando se buscaban con los ojos, se rozaban con los codos y se despedían con un largo abrazo porque no podían dejarse llevar; ni siquiera era la tristeza desesperada de los mensajes de redes sociales y de los «IMU» porque tenían compromisos o estaban a kilómetros de distancia.
La tristeza de aquella noche era seca, sin lágrimas, porque había evitado las decenas de canciones y los «say when», era descarnada y aspera porque no quedaba ni rastro de ilusión, era resignada y esteril porque ya no quedaba ni rastro de una mísera esperanza.
Era la tristeza absoluta, sin adornos ni drama ni compasión. Como el último vistazo a las vecindas luces de Navidad, como si no pareciera que llevaban semanas apagadas.
Archivo por días: 21 octubre, 2023
Premonitorio
Así que eso era todo lo que quedaba… Ya se lo había parecido, pero que tras preguntarle por Su situación laboral, sobre la que tanto habían hablado durante el último año, y que Ella le remitiera a uno de los chats de grupo que tenían en común ya había sido premonitorio. Pero darse cuenta a través de terceras personas de que no sabía nada de Ella, ni de Sus eventos, ni de Sus preocupaciones, ni de Su salud, ni de Sus momentos de asueto, ni de nada de nada que tuviera que ver con Ella… Aquello era definitivo.
La sensación era que Ella se había quitado un peso de encima cortando todo contacto, y que él volvía a jugar un papel muy, muy secundario en su vida, como había ocurrido años atrás. Pero con la diferencia de que, después de haberla tenido entre sus brazos y entre sus labios, de haberse fundido con Ella en uno solo, de haber experimentado el amor más pleno y absoluto, volver a sentirse prescindible e insignificante era peor que una condena a muerte.
Aquello se había acabado del todo, sin más. Cuanto antes se hiciera a la idea, mejor.