Lo había hecho al final, le había escrito para decirle que no podía esperarla más, salvo que Ella se pronunciase en contra. Quizá había sido un arrebato y un error, pero lo cierto era que Su mensaje sobre su canción había estado revoloteando y clavando su aguijón durante todo el fin de semana, escapada incluida, como una avispa cabreada. Y aquello no era bueno para nada, mucho menos aún para la decisión que tenía que tomar.
Así que no se lo pensó demasiado, ni siquiera lo adornó, fue directo al grano, y se lo puso tan fácil como pedirle solo un monosílabo como respuesta. No necesitaba mucho más.
Quizá todo aquello quedase en nada, como cuando Ella le había dicho aquella misma frase de ya no puedo esperarte más un 30 de diciembre de seis años antes. Pero el necesitaba avanzar, necesitaba soltar lastres y mochilas inútiles y quedarse solo con lo necesario, y para ello precisaba Su ayuda: o caminando de su mano sin temor, o permitiendo que esas manos se soltaran del todo.
Error o no, le daba igual porque tenía que avanzar. Que el karma lo arreglase todo cuando tocara.