Ex-todo

Aquello estaba finiquitado, junto con todas las promesas que habían quedado en el aire en los últimos diez meses: ya no iba a esperar risottos, ni tartas de queso, ni escapadas al pueblo, ni noches de tequila, ni invitaciones a cenas caseras, ni quedadas culturales. Ni, por supuesto, cosquillas pendientes, ni revisiones de cicatrices, ni disfraces de armarios, ni abrazos o caricias o besos.

Todo aquello se había acabado, porque al final todo había quedado justo como él le suplicó que no podía terminar: como dos ex-amantes, ex-amigos y casi ex-todo que se añoraban sin cesar mientras se esforzaban por distanciarse e ignorarse.

Con lo que habían sido, y lo que podrían haber llegado a ser juntos…

Desolador

Tener sentadas delante de él a las dos mujeres de su vida, y saber con plena certeza que las había perdido a las dos por completo, era simplemente desolador.

Por eso ya no esperaba nada del futuro. Ya había hecho el cupo de decepciones.

Grietas

Volvió a verla, y constató que seguía enamorado de ella sin remedio, sin compasión. Pese al silencio, a la distancia, a la cortesía con que se trataron, a los esfuerzos por rehuir las miradas.

Y aunque su último tropiezo le había dado la fuerza y la frialdad para encerrarse en su bunker y bloquear todo lo que sentía por Ella, las grietas por las que se colaban las canciones, los memes, los reels y los recuerdos nunca desaparecían. Y si aquello se le sumaban los comentarios sobre un hotel y experiencia al que habría matado por ir con Ella y un domingo gris y lluvioso…

Malditas grietas, maldito corazón que no cesaba de gritar que mataría por cualquier cosa con Ella.

Absoluta

Se iba a la cama después de media botella de bourbon con una sensación de tristeza como nunca había sentido antes: no era la tristeza romántica de cuando iban a quedar y el plan se frustraba; tampoco era la tristeza desgarrada de cuando se buscaban con los ojos, se rozaban con los codos y se despedían con un largo abrazo porque no podían dejarse llevar; ni siquiera era la tristeza desesperada de los mensajes de redes sociales y de los «IMU» porque tenían compromisos o estaban a kilómetros de distancia.

La tristeza de aquella noche era seca, sin lágrimas, porque había evitado las decenas de canciones y los «say when», era descarnada y aspera porque no quedaba ni rastro de ilusión, era resignada y esteril porque ya no quedaba ni rastro de una mísera esperanza.

Era la tristeza absoluta, sin adornos ni drama ni compasión. Como el último vistazo a las vecindas luces de Navidad, como si no pareciera que llevaban semanas apagadas.

Premonitorio

Así que eso era todo lo que quedaba… Ya se lo había parecido, pero que tras preguntarle por Su situación laboral, sobre la que tanto habían hablado durante el último año, y que Ella le remitiera a uno de los chats de grupo que tenían en común ya había sido premonitorio. Pero darse cuenta a través de terceras personas de que no sabía nada de Ella, ni de Sus eventos, ni de Sus preocupaciones, ni de Su salud, ni de Sus momentos de asueto, ni de nada de nada que tuviera que ver con Ella… Aquello era definitivo.

La sensación era que Ella se había quitado un peso de encima cortando todo contacto, y que él volvía a jugar un papel muy, muy secundario en su vida, como había ocurrido años atrás. Pero con la diferencia de que, después de haberla tenido entre sus brazos y entre sus labios, de haberse fundido con Ella en uno solo, de haber experimentado el amor más pleno y absoluto, volver a sentirse prescindible e insignificante era peor que una condena a muerte.

Aquello se había acabado del todo, sin más. Cuanto antes se hiciera a la idea, mejor.

Trascendencia

Así era como le trataba la vida: apenas veinticuatro horas después del último y definitivo intento, de despedirse de Ella y de decidir girar a un nuevo rumbo, su flamante travesía se había desintegrado y desaparecido en sus narices.

No es que aquello cambiase mucho su situación, Ella ya le había degradado al mismo nivel que al común de los mortales, pero que la trascendencia de sus decisiones le durase poco más de un día le parecía una broma de mal gusto.

Avanzar

Lo había hecho al final, le había escrito para decirle que no podía esperarla más, salvo que Ella se pronunciase en contra. Quizá había sido un arrebato y un error, pero lo cierto era que Su mensaje sobre su canción había estado revoloteando y clavando su aguijón durante todo el fin de semana, escapada incluida, como una avispa cabreada. Y aquello no era bueno para nada, mucho menos aún para la decisión que tenía que tomar.

Así que no se lo pensó demasiado, ni siquiera lo adornó, fue directo al grano, y se lo puso tan fácil como pedirle solo un monosílabo como respuesta. No necesitaba mucho más.

Quizá todo aquello quedase en nada, como cuando Ella le había dicho aquella misma frase de ya no puedo esperarte más un 30 de diciembre de seis años antes. Pero el necesitaba avanzar, necesitaba soltar lastres y mochilas inútiles y quedarse solo con lo necesario, y para ello precisaba Su ayuda: o caminando de su mano sin temor, o permitiendo que esas manos se soltaran del todo.

Error o no, le daba igual porque tenía que avanzar. Que el karma lo arreglase todo cuando tocara.

Cosas

Podría haber sido una cualquiera de las decenas de veces que a él la vida le arrojaba a la cara algo que le recordaba a Ella, y tras la que ya iba controlando el ansia por escribirle y contárselo. Pero en aquella ocasión fue a Ella misma a quien se le apareció la canción especial de ellos dos donde y cuando menos esperaba, y no pudo o lo quiso reprimir el impulso de contárselo a él brevemente.

Tras el primer momento de emoción a ver un mensaje Suyo, él se vino abajo sin saber qué decir, porque mientras él luchaba por dejar de pensar en hilos rojos, destinos y amores inmortales, Ella lo resumía todo con la palabra «cosas» (que pasan, suponía él que terminaba el escueto mensaje). Y cosas se parecía muy poco a te echo de menos, o a sigo pensando en ti, aunque no lo diga.

Pero, aunque él ya no estaba para irse conformando con premios de consolación, cosas era más que nada, y Ella le había escrito de nuevo. Quizá porque, para alguien tan hermético como Ella, aquellas cosas significaban mucho, y eran solo con él.

Recordarse

Lo había dicho muchas veces, pero esta vez era de verdad: estaba a punto de rendirse con Ella, de rendirse del todo. Porque si se les pasaban días y semanas sin cruzar una sola palabra o un mensaje, ¿cómo demonios iban a mantener o recuperar su intimidad? Si ni siquiera les daba para mantener la amistad que se suponía que había entre ellos desde hacía dos décadas…

Así que no quedaba otra que asumirlo de una vez, si no llegaba un milagro, como la canción de Bon Jovi, lo único que les iba a quedar era recordarse, como en la de Lady Gaga.

A lo bonzo

Lo más probable era que estuviese equivocado, pero para un conspiranoico como él no podía haber sido casualidad que, justo después de decirle dónde estaba y que tenía compañía, Ella apareciese en ese mismo bar el sábado anterior. Y gracias a estar todo el domingo carcomido por la duda, empezó a barajar una idea bastante osada que había descartado días atrás. No se había atrevido a hacerlo porque podría suponer el fin definitivoa de su historia con Ella, cosa que le aterraba. Pero también era cierto que, si se iba a embarcar en una nueva travesía de la que posiblemente no habría vuelta atrás, tenía que tener la certeza de que no se la iba a encontrar a Ella en el umbral de su puerta tras sonar el timbre.

Así que así estaba, tratando de decidir si se quemaba a lo bonzo para renacer de sus cenizas como el fénix de su hombro, o si se limitaba a seguir sosteniendo la cerilla de una hoguera sin gasolina hasta que terminase por quemarse los dedos.