Say When (segunda parte)

No sabía si fue por el follón con sus destinos laborables para aquel año, que se había solapado con la ruptura definitiva entre ellos, pero lo cierto es que había dormido bien la primera noche. Y cuando se levantó al día siguiente, se sentía triste, pero sin él nudo en la garganta de días atrás. Se convenció que había vuelto atrás en el tiempo, justo antes del 16 de diciembre, en que Ella ni estaba ni se Le esperaba.

Por tanto, empezó a evitar las canciones, a no ver ni guardar los reels, y a morderse los dedos para no escribirle. En el fondo, era una bendición que Ella se hubiera marchado a la capital para un concierto, porque así no había posibilidad alguna de hacer el bobo tratando de verla. Y justo después empezaban de nuevo las rutinas, así que todo terminaría por enfriarse como en los años anteriores.

Pero precisamente aquel pensamiento fue el que, secretamente, echó todos sus esfuerzos por tierra: si después de años de silencio, distancia y múltiples despedidas habían terminado encontrándose, ¿por qué no iban a volver a encontrarse?

Él ya había decidido que buscaría nuevos horizontes lejos de Ella, pero también que a la mínima que Ella se acercase se lanzaría de cabeza. Porque si el puto hilo rojo había resistido veinte años, es porque iba a resistir veinte años más.

Cuestión de paciencia, y de responder con un Say When cada vez que Ella mostrase el más minino atisbo de acercamiento. Porque volverían a encontrarse, tan seguro como que el sol salía cada mañana.

Say When (primera parte)

Al final se desencadenó todo: Ella le propuso dar un paseo en lugar de tomar un café, y aquello le descolocó bastante. Le dio el llavero, se abrazaron y a él se le escurrió la la determinación. Trató de explicarle que necesitaba resetear, empezar de cero, pero no era capaz de decirle que eso también le incluía a Ella. Al final, cuando casi se despedían, se atrevió a dejarlo caer, y tuvieron un breve intercambio sobre que era mejor así, zanjarlo todo de una vez. A él se llenaron de lágrimas los ojos ocultos por las gafas de sol y se le cerró la garganta, no podía echarse a llorar en plena calle y frente a Ella. Así que dio media vuelta y llegó como pudo a su coche, respirando a duras penas e intentando mantener la compostura.

Pero mientras entraba en la cochera y tomaba la decisión de escribirle un último mensaje sobre todas las cosas que le quería haber dicho y no había podido, Ella se adelantó: no era capaz de escanear el código de la canción. Antes de que él pudiera contestar, Ella ya lo había conseguido, y entonces le agradeció el detalle, la canción que siempre sería «su canción de los dos», y su amor incondicional. Él hizo alguna broma estúpida, le recordó que al final Ella no había contado los puntos de su cicatriz. Ella respondió que él aún le debía las famosas cosquillas, pero en vez de responderle con el Say When que tenía que haberle escrito, él la amenazó con ir a por Ella a donde fuera que estuviese y traerla a su casa, y avisando de que no bromeaba. Ella rio, y contestó que le quería muchísimo. Y justo ahí se desbordó todo.

Estuvieron una hora cruzando mensajes, él por fin se atrevió a decirle todo lo que sentía, absolutamente todo, y a pedirle que no tuviera miedo si sentía lo mismo por él. Pero Ella respondió que ya tenía su decisión tomada y no era él, por mucho que le quisiera. Porque, al fin, Ella admitió abiertamente cuánto le quería en realidad. Quizá precisamente porque, como Ella misma había dicho, no era el momento para ellos. Y él tuvo que replicar, aunque no sirviera de nada, que no era «el momento» de Ella, porque él no podía sentirse más preparado para dedicar cada brizna de su aliento a hacerla feliz y ser feliz con Ella. Pero no podía negar la evidencia, y Ella ya había tomado su decisión. Y precisamente porque la amaba por encima de todas las cosas, debía respetar esa decisión.

Así que le anunció su intención de intentar buscar a alguien en serio, de dar con alguien que le hiciese sentir al menos parecido a como se sentía con Ella. Que necesitaría tiempo y Su ayuda para volver a verla como su amor platónico y no como una posible pareja real. Y que podía contar con él, siempre, para siempre. Porque por mucho que quisiera cerrarle la puerta, un rendija siempre se quedaría abierta, la misma rendija que había estado abierta durante veinte largos años.

Ella le repitió una y otra vez que nunca le abandonaría, que siempre estaría cuando la necesitase, aunque fuera en la distancia, que siempre le admiraría boquiabierta. Él le arrancó la promesa de que Ella le buscaría si se sentía preparada, porque él sabía (y eso no se lo dijo) que lo volvería a abandonar todo por Ella, como ya había hecho un par de veces.

Y se despidieron, declarándose aquel amor mutuo que no podía ser, ofreciéndose todo el cariño y el apoyo que ambos pudieran necesitar, Ella convencida de que era lo mejor para ambos, él convencido de que no le quedaba más remedio. Pero se despidieron igualmente. Y si a él aún le quedaba alguna duda sobre quién era el ser más maravilloso de toda la creación, se disipó por completo con las dos ultimas palabras que Ella le dedicó:

Bye lover.

Enrocado

Bueno, pues ya estaba hecho. Se había armado de valor, lo pensó muy poco y le pidió que se vieran unos minutos antes del puente para darle el pequeño regalo. Ella le propuso quedar para un café en un lugar muy público y a la vista de todos lo que, a fin de cuentas, reforzaba su decisión.

Que se lo dijera o no dependería del tono de la conversación y de Su actitud con él, pero que iba a intentar pasar página lo tenía más que claro. Porque seguir enrocado en la esperanza de algo que no iba a ocurrir nada más que me generaba ansiedad, dolor y desesperación.

Así que, igual que había pagado el precio por estar con Ella, estaba dispuesto ahora a pagarlo por separarse de Ella.

Radical

Era muy fácil gritar a los cuatro vientos que le iba a dar un cambio radical a su vida.

Lo difícil era hacerlo cuando esa misma vida se empeñaba en no concederle ni medio atisbo de oportunidad.

Espejismo

Y cuando pensaba que las cosas ya no podían empeorar, Ella le escribió para preguntarle por la amiga de la noche anterior, y contarle que estuvo «trabajando» para ver si algo surgía de aquella velada con la nueva aparición. Él, entre preocupado y esperanzado por si Ella sentía celos, y Ella escribiéndole la peor y más dolorosa frase que él podía recibir: «vaya, mira que la chica me gustaba para ti…»

Quizá aquello terminaba de clarificar lo que Ella había decidido para él, y que lo de la noche anterior había sido solo un amago de recaída, un espejismo. Con todo lo que él la deseaba y la necesitaba…

Bandera blanca

Cuando todo lo que podía salir mal terminaba saliendo peor, era cuando él levantaba la bandera blanca y pedía a gritos firmar su rendición. Porque una cosa era encajar golpes durante años y años y levantarse una y otra vez, y otra cosa era que la vida le cerrase en las narices cada puerta, incluso cada ventana, que él se esforzaba por abrir. Más que resignación, era algo que le parecía rayar en la crueldad.

Y más teniendo en cuenta que él tenía más que claro cuál era la única puerta que estaba destinado a cruzar.

Describir

¿Cómo expresarlo con palabras? Porque no era fácil describir Su belleza, ni el resplandor de Sus ojos, ni la fuerza con la que Ella se había empeñado en agarrarle de la mano en cuanto tenía ocasión, ni el contacto de Su cuerpo y sus curvas cuando le hablaba al oído. No era fácil describir el fuego contenido entre ellos, el «quiero y no puedo», las miradas que decían tanto sin palabras, el ansia por estrecharse entre sus brazos, entre sus labios y entre sus piernas. Era difícil describir cuánto tenía él que contenerse, cuánto tenía que callar, cuánto tenía que disimular cuando Ella decidía romper todas las distancias.

Todo aquello era difícil de describir. Pero iba a serlo mucho más renunciar del todo a Ella, resignarse y mirar para otro lado. Tan difícil, que no creía que pudiera conseguirlo.

Chispa

Por fin iba a verla al día siguiente, aunque para ello tuviera que estar también con una de las personas con las que menos quería estar del mundo en aquellos momentos. Pero era lo que había, visto que ya no sé escribían y estaban perdiendo contacto, y temía el efecto que aquella velada pudiera producir en él, con lo triste y deprimido que se sentía.

Pero, en realidad, le iba a venir bien volver a verla. Iba a ser la prueba de fuego para comprobar si realmente el propósito que había hecho de tratar de pasar página y olvidarse de Ella de una vez por todas era factible o no. De momento, había intentado no escuchar Sus canciones, no había vuelto a aspirar Su perfume en la brochita que Ella le regaló y que se suponía que tenían que volver a utilizar, y había dejado de guardar los reels y los memes que deseaba enviarle a todas horas. Hasta había guardado en un armario fuera de la vista la botella de tequila que compró para Ella. Estaba evitando escribir sobre Ella, y pugnaba por no pensar en Ella a todas horas, aunque con poco éxito. Incluso se estaba esforzando por poner sus ojos en otros lugares, aunque fuera como intentar comparar una obra de arte con el garabato de un niño. Ni siquiera iba a llevarle el pequeño regalo que le quería dar a escondidas como recuerdo del tiempo que estuvieron juntos.

Por todo ello, su primer impulso fue inventar una excusa y no acudir, pero luego lo pensó mejor: primero, porque necesitaba desesperadamente ver su cara y oír su voz; segundo, porque cuando volviera a caer rendido ante sus ojos y su risa sería capaz de evaluar la magnitud del esfuerzo que le supondría dejar de esperarla, aunque se lo hubiera prometido a sí mismo; y tercero, porque en lo más profundo de su ser se negaba a matar aquella pizca de esperanza ingenua y fútil que le decía que, al final, Ella le quería tanto como lo hacía lo hacía él, y que su amor acabaría triunfando sobre todo.

Si mataba aquella chispa lo habría perdido todo y, por una vez en su vida, no se sentía con fuerzas para continuar. Por más que debiera hacerlo.