No sabía si fue por el follón con sus destinos laborables para aquel año, que se había solapado con la ruptura definitiva entre ellos, pero lo cierto es que había dormido bien la primera noche. Y cuando se levantó al día siguiente, se sentía triste, pero sin él nudo en la garganta de días atrás. Se convenció que había vuelto atrás en el tiempo, justo antes del 16 de diciembre, en que Ella ni estaba ni se Le esperaba.
Por tanto, empezó a evitar las canciones, a no ver ni guardar los reels, y a morderse los dedos para no escribirle. En el fondo, era una bendición que Ella se hubiera marchado a la capital para un concierto, porque así no había posibilidad alguna de hacer el bobo tratando de verla. Y justo después empezaban de nuevo las rutinas, así que todo terminaría por enfriarse como en los años anteriores.
Pero precisamente aquel pensamiento fue el que, secretamente, echó todos sus esfuerzos por tierra: si después de años de silencio, distancia y múltiples despedidas habían terminado encontrándose, ¿por qué no iban a volver a encontrarse?
Él ya había decidido que buscaría nuevos horizontes lejos de Ella, pero también que a la mínima que Ella se acercase se lanzaría de cabeza. Porque si el puto hilo rojo había resistido veinte años, es porque iba a resistir veinte años más.
Cuestión de paciencia, y de responder con un Say When cada vez que Ella mostrase el más minino atisbo de acercamiento. Porque volverían a encontrarse, tan seguro como que el sol salía cada mañana.