Unos días antes escribía que le sobraban palabras, pero no era cierto. Aquella tarde se dio cuenta de que lo que le sobraban eran mensajes de «no pasa nada», de sonrisa de niño bueno, de «no tiene importancia». Le sobraba comprensión, le sobraba paciencia, le sobraban buenos deseos, le sobraba brillante armadura.
Porque ninguna de aquellas cosas que tanto se había esforzado en demostrarle le servían para que Ella volviera a llamar al timbre de su casa.