Cuando pensó en que se le iban a hacer difíciles aquellos días, no creyó fueran a serlo tanto: en su segunda jornada «vacacional» tuvo que dar por cancelada una comida de reunión con antiguas compañeras en otra ciudad porque no se molestaron en contestar a sus mensajes pidiendo detalles la noche antes, tuvo que conformarse con una disculpa muy poco elaborada un par de horas antes de comer; a medida que pasaba el día, también le cancelaron dos planes para el fin de semana, porque a todo el mundo le surgieron imprevistos o compromisos. Así que, después de un día sin salir de casa ni hablar con nadie, optó por ir al gimnasio a últimísima hora y demasiado cansado para entrenar, con tal de despejarse un poco y tener algo de contacto social que mitigara aquella sensación de invisibilidad asfixiante que le atenazaba.
Pero al subir al coche para volver a casa, le cayó el auténtico jarro de agua fría: se disponía a subir una foto de publicidad a su red social cuando vio que Ella había hecho una publicación mientras él entrenaba, y no sólo eso, sino que la había restringido solo a la lista de mejores amigos: se le dibujó una sonrisa automática y de le cortó la respiración a la par, porque habían acordado que él usaría ese mismo método para enviar publicaciones que solo Ella podría ver (por ser la única persona en su lista de mejores amigos) y así no levantar sospechas. Por un momento pensó que Ella volvía otra vez al rescate para alegrarle un horror de día… Pero no. Solo una foto era «reservada» y aparecía con Su familia, y para la otra había escogido una canción cuya letra casi describía con detalle cualquiera de sus encuentros de meses atrás, hablando de ropas que se deslizaban, de lunares estratégicos, de juegos y diablos y fieras, de quejidos de la cama, de frases que se habían dicho el uno al otro palabra por palabra. Fue tan vívido, tan malditamente calcado, que su mente desesperada quiso imaginar por un segundo que la canción era para él. Pero no, se la habría enviado directamente a él, no la habría posteado con aquella foto con otra persona.
Las pocas e ingenuas esperanzas de encontrarse de nuevo, de las cosquillas prometidas con Su regalo perfumado ardieron y se esfumaron aquella noche. Y él, con el alma en los pies, se convenció de que aquella soledad tan abrumadora, de que aquella capa de invisibilidad que le cubría solo se la podría sacar de encima dando con un (otro) cambio radical a su vida, buscando una nueva dirección, incluso lejos de Ella.
Le habría encantado agarrar la botella de bourbon que Ella le regaló y liquidarla aquella noche en que se sentía tan hundido, pero incluso aquello se fastidió: tenía que volver a hacer de chófer al día siguiente.