De repente Ella le escribió, y para él fue como si el mundo se detuviera. Tuvo que ser una charla corta porque él estaba acompañado y a punto de salir, pero Ella aprovechó para dejarle caer que estarían en la ciudad el siguiente fin de semana, el le contó el plan que había ideado aquella misma mañana de un viaje por Europa. Ambos omitieron los temas «complicados», más allá de alguna pequeña broma, y ninguno se lanzó a proponer unas cervezas o una cena conjunta. Pero cuando Ella le envió un selfie con su nuevo look, a él ya se le vino todo encima: le correspondió con una foto de cerveza y piscina, y aflojó una pizca la correa de sus dedos para recordarle cuánto la echaba de menos. Ella respondió con una simple palabra, deseando.
Suficiente para que él estuviera jodido y emocionado a partes casi iguales el resto del día y de la noche.