No sabía muy bien cómo se sentía: por una parte, el intento fallido de unos días atrás le había dejado con la necesidad de reparar la decepción, de demostrarle que saldría corriendo a Su encuentro en cuanto Ella se lo pidiera. Pero por la otra, aquel mismo intento fallido había tenido la pinta de una recaída más que de un anhelo, empujando a ambos mostrarse distantes en medio de una calma tensa que no les llevaba a ninguna parte.
Para colmo, era prácticamente seguro que no se verían ni en público el siguiente fin de semana, por lo que pasaría otra semana sin contacto entre ellos. Y teniendo en cuenta que su operación se acercaba y que le tendría encerrado durante un mes al menos, todo parecía ir a peor.
Así que, más allá de la confusión, lo único que sentía era que los días de imaginarse paseando cogido de Su mano, de ir a cenar o al cine a solas o de besarse en medio de la calle, los días de verla entrar por la puerta de su casa, empezaban a quedar un poco lejos.