Quería estar con Ella. Quería besarla, estrecharla entre sus brazos, apretar Su cuerpo contra el suyo. Quería mirarla a los ojos, y que le faltasen el aire las palabras.
Quería arrancarle la ropa, y contemplarla durante un momento antes de arrojarse a las llamas de Su incendio. Quería que Ella le cabalgara, que su cama amenazase con romperse, que volviera a rasgarse la funda de su almohada. Quería ver Su cara furiosa y desencajada, quería ser presa del abrazo de Sus piernas, quería sentir Sus uñas clavadas en su piel.
Quería desplomarse a Su lado en la cama, buscando el aire que me trajese de vuelta a la realidad, quería escuchar su voz ronca tratando de respirar, quería sentir sus brazos torpes tratando de acurrucarse a Su lado.
Quería ver Sus ojos entrecerrados, su sonrisa levemente dibujada, el contorno de Su cuerpo maravilloso recortado contra la luz de la ventana. Quería sentir su tacto, rozar Su piel con las yemas de los dedos, recorrer cada centímetro de piel de cada una de Sus curvas.
Quería cantarle las canciones en voz baja, dejar que corrieran las horas con Ella apoyada en su pecho, rezar para que el mundo pasara de largo y se olvidase de ellos un rato más.
Quería reir buscando Su ropa, recibir Sus besos mientras estaba a medio vestir, admirarla mientras Se retocaba el maquillaje en el espejo.
Quería abrazarla fuerte antes de acompañarla a la puerta, que Ella le besara lento con la ternura y delicadeza con que solo Ella sabía hacerlo, que Ella le mirase gritando tantas cosas en silencio. Quería sentirse triste por verla alejarse.
Y, sin embargo, lo que realmente le hacía sentirse triste era saber que con toda seguridad, Ella también quería.