Añoraba aquellas semanas en las que lo primero que hacía cada mañana, nada más abrir los ojos, era leer en el móvil el mensaje que Ella ya le había dejado. Aquellos mensajes eran la prueba de que él era lo primero que pasaba por Su cabeza al comenzar un nuevo día, y él se sentía feliz por ello por primera vez en años.
Ahora los mensajes habían desaparecido. Y su exigua felicidad con ellos.