Justo cuando el día estaba siendo demoledor, cuando la cabeza le estallaba, cuando sentía flaquear sus fuerzas, cuando hasta el aire se escapaba de sus pulmones, fue Ella quien apareció al rescate. Le contó Sus pequeñas cosas, compartió con él Sus alegrías, se preocupó por sus problemas. Y, encima, le regaló una llamada sin motivo, sin nada que contar, por el simple hecho de hablar y escuchar sus voces. Y, como por arte de magia, a él se le olvidaron todas sus historias. De repente le pareció que la vida pesaba menos mientras la escuchaba a Ella cacharrear en la cocina, y se le pintó una sonrisa en la cara y otra en el corazón.
Así, ¿como no iba a amarla con todas sus fuerzas?