Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba sin escribir, porque tener contacto diario con Ella como mantenía mitigaba en parte su necesidad de expresar lo que llevaba dentro, aunque fuera de manera limitada.
Pero aquel día, un día de los de eventos señalados, él había intentado uno de aquellos planes alocados que nunca salían bien, y aunque Ella respondió como pudo, el fracaso fue inevitable. A él se le vino todo abajo, lanzó una bomba de humo y huyó a su balcón y a su bourbon, al que hacía más tiempo aún que no recurría que a su Refugio, y se preparó para lo que viniese.
Y lo que vino fue un bourbon mucho más fuerte y raposo de lo que recordaba, una serie de canciones más afiliadas de lo que quería escuchar, y un mar de lágrimas de impotencia más intenso de lo que esperaba capear.