Pasó todo el día solo. No ya porque estuviera de bajón después del evento de la jornada anterior, sino porque era domingo. Un domingo como los de antaño, como los que había odiado con todas sus fuerzas a lo largo de su vida.
Sólo se salvó la media hora escasa que pudo escribirse con Ella. Pero, más allá de que Ella también continuaba trazando planes alocados para estar juntos, la realidad era que se presentaban días, puede que semanas, sin que pudiera verla. Y a aquel nuevo nivel de soledad también tenía que acostumbrarse.