Cuando menos lo esperaba, ya de madrugada y con el móvil silenciado, llegaron al fin Sus mensajes, tan breves, casi palabras sueltas, pero confirmando lo más importante: Ella también seguía pensando en él.
Con un largo viaje por delante y dos días fuera de casa, con el teléfono como único aliado, le iba a resultar una tortura no poder escribirle ni llamarla, sobre todo por intentar decidir si se verían o no el día que habían fijado de antemano, porque para él ya no existía nada más importante que aquella fecha, todo lo había adaptado, organizado o cancelado para tener toda la mañana libre para Ella. Necesitaba aquel rato juntos, fuera del mundo, sin tener que disimular ni esconderse; y le daba igual que lo utilizaran para arrancarse la ropa y follar como animales, o para mirarse a los ojos y decirse lo que nunca se decían, o simplemente para estar abrazados soñando con un futuro mejor. Se conformaba con tenerla a Ella un rato para él, para volver a sentirse el puto amo porque la mujer más maravillosa del universo le escogía a él.
La espera de casi veinte años habría valido la pena si, por una vez, podían disfrutar el uno del otro como quisieran durante el tiempo que fuera. Él se conformaría con ese rato.