No, aquella noche no iba a tratar de relatar todo lo que había pasado, no iba a rebuscar metáforas elaboradas, no se iba a dejar las neuronas en escoger las mejores palabras de amor, no.
Aquella noche se iba a limitar a no lavarse la cara con tal de mantener Su perfume en la nariz, a no lavarse la boca con tal de mantener Su sabor en los labios, a no cerrar los ojos con tal de no olvidar Su imagen entre sus brazos, Su voz en sus oídos, Su amor inundando cada puto poro de su piel.
Porque, si de algo se había convencido aquella noche era de que, quizás a Su estilo, pero Ella le seguía queriendo: por mucho que ambos renegaran, por mucho tratasen de ignorarse, por mucho que se resistieran, antes o después acabarían enlazados.
Así de simple