¿Qué iba a hacer, lloriquear por las malditas casualidades otra vez? ¿Lamentarse porque su reloj inteligente se volvió idiota y no le chivó Sus mensajes? ¿Despotricar porque Ella no llegase a entrar en el bar en el que a él le habían dado plantón y estaba más solo que un 1?
No, no lo iba a hacer. Quizá un año atrás sí, pero aquella noche no. Porque cada vez tenía más asumido que Ella vivía en un mundo paralelo casi sin contacto con el suyo. De nada servía seguir aferrándose a un pasado que nunca iba a volver, como tampoco habían llegado Sus mensajes insistiendo para que se vieran.
Pero es que, además, justo aquella noche en que no podía trasnochar le llegó «la petición» que llevaba tiempo esperando, y que tocó que rechazar muy a su pesar.
Así que no, no iba a lloriquear, lamentarse ni despotricar. Se iba a limitar a servirse un bourbon doble, ponerse sus canciones preferidas, y cruzar los dedos para que el día siguiente fuera un poco menos cruel que el que dejaba atrás.