Súplica

Justo en aquel momento en el que se sentía tan cansado, tan triste, tan desalentado y medio borracho, saltó aquella antigua y preciosa canción que decía que «si era por Ella, a él ya no le importaba suplicar una vez más», y el admitió que le habría suplicando que le mirara a los ojos y que, con una suave  caricia, Ella le dijese que todo iba a salir bien.

Luego recordó que hacía más de un mes que no la veía y más de una semana (fracaso incluido) en que no sabía nada de Ella, y decidió que la única súplica razonable era la de terminar de emborracharse aquella noche.