Había perdido la cuenta de los días que llevaba sin escribir. No tenía ganas, ni motivos, ni inspiración, ni nada.
Y no era por el encierro forzoso provocado por aquel maldito virus que le había terminado pillando después de dos años de persecución; ni tampoco porque le demostrasen más afecto e interés los conocidos que los íntimos, incluso en un momento complicado como el del contagio, porque ya se había acostumbrado a ser desechado por personas a las que él había entregado su mejor versión cuando lo necesitaron; ni siquiera era por Ella, por más que le doliera haber vuelto a acertar.
Era por la sensación de haber desperdiciado los mejores años de su vida, por haberse dado cuenta tarde y haber tratado de cambiar más tarde aún, por seguir sintiéndose igual de solo un año después.
Era por la sensación de haber amado por encima de sus posibilidades.