Aunque era lunes, parecía un domingo cualquiera: con su tiempo desapacible, con los teléfonos que no sonaban, con los mensajes que no entraban, con los bares de siempre cerrados, con la sensación de tiempo perdido, con las canciones, Sus canciones, resonando en sus auriculares mientras recorría las calles medio desiertas, con las mismas tenazas alrededor del corazón.
Así que descubrió que, además de los domingos, también odiaba los lunes que parecían domingos.