¿Cómo ponerlo en palabras, cómo explicar que su intuición, su parte irracional, había vuelto a acertar?
Tras una publicación que nada tenía que ver con Ella, un mensaje medio perdido desató su desbordante imaginación y, como en los viejos tiempos, empezó a pensar en que antes o después Ella le terminaría buscando a medida que Sus defensas fueran cayendo. No quiso darle mayor importancia a semejantes fantasías, hasta que llegaron Sus mensajes: en el peor momento como siempre, cuando más difícil era contestar para él, pero cargados de melancolía y desánimo. Por eso rompió su nueva norma de marcar distancias con Ella y, aunque mucho más distante que de costumbre, al final le tendió una mano mientras comprobaba con la otra que sus anclajes seguían bien firmes en el suelo: por mucho que él corazón se lo pidiera, no podía volver a tirarse de cabeza a una piscina que ya estaba casi vacía.
Supuso que, como tantas y tantas veces, aquel acercamiento, aquel mensaje borrado, aquel amago de intimidad con él quedaría en nada cuando, a la mañana siguiente, Ella reaccionase y volviera a encerrarse en su caparazón. Volverían nuevas semanas de silencio y distancia, y aquella maldita herida continuaría sin cicatrizar, cerrándose el círculo que tanto le dolía.
Pero su vida había cambiado, él había cambiado, y las brillantes armaduras, las carreras para salir al rescate, los pedestales donde adorarla habían quedado atrás: la amaría por siempre, soñaría con Ella por siempre, y mantendría viva una mínima esperanza por siempre, pero él necesitaba algo más. Era el turno de Ella, si es que realmente quería conservarlo a Su lado.